sábado, 8 de septiembre de 2012
“-Cuenta lo que pasaba en Corea con las bombas de napalm.
-Bombas de qué?
-De napalm (…)
-Cuenta que frente a ellos había una extraña figura, de pie, algo inclinada hacia delante, con las piernas abiertas y los brazos extendidos, para no tocarse los flancos. Algo así como cuando se empieza una de las clásicas figuras de la gimnasia sueca. No tenía ojos. Estaba a medio cubrir por harapos quemados. El cuerpo, que se veía en gran parte, estaba recubierto por una gruesa costra negra, salpicada de manchas amarillas. De pus.”
— Ernesto Sabato, Abaddón el exterminador, Fragmento, p. 79.
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